MARÍA: MADRE DE DIOS Y MADRE DEL PUEBLO

Para muchos de nosotros, María ocupa un lugar importante en nuestras vidas y en nuestra experiencia de fe, un lugar que ha ido ganando ya sea por tradición familiar, por la experiencia personal que cada uno de nosotros ha tenido con ella o por transmisión carismática, algo que a los que seguimos las huellas de Don Orione no nos sorprende. Y es que sabemos que Don Orione era una persona profundamente mariana pues lo ha expresado infinidad de veces en una ardiente devoción personal traducida en un apostolado de enormes proporciones. ¡Cuántos escritos suyos, cuántos testimonios, cuántos episodios de su vida dan cuenta de esto!

Si quisiéramos hilar un poco más fino, podríamos distinguir mínimamente 3 tipos de experiencia mariana en Don Orione: una experiencia teológica, una experiencia pastoral y una experiencia carismática.

 

Una experiencia teológica.

Comentando un pasaje evangélico especialmente significativo para él (Lc. 2,16), Don Orione dice:

“Los pastores buscaron a Jesús y lo encontraron en brazos de María. Los Reyes Magos vinieron de regiones lejanas para buscar al Mesías y lo adoraron en los brazos de María. Y nosotros, pobres pecadores, ¿dónde encontraremos todavía y siempre a Jesús? Lo encontraremos y lo adoraremos en los brazos y en el corazón de María".[1]

Y en otra parte afirma: “Nada es más sincero en nuestro amor a la Virgen que el deseo de amar cada vez más a Jesús. La Virgen nos abre el camino, es decir, abre nuestros corazones al amor verdadero y sincero de Jesús.... Quien encuentra a la Virgen ciertamente encuentra también a Jesús... En Belén... en la Circuncisión... en Nazaret... en Caná... en la Cruz... En la historia de la Iglesia encontramos a la Virgen donde está Jesús."[2]

En estas palabras podemos observar que, para Don Orione, la devoción mariana no quita nada al cristocentrismo de nuestra fe, sino que lo afirma y lo realza. Es evidente que en Don Orione existe la preocupación de indicar e inculcar la devoción a la Santísima Virgen como camino real que conduce al verdadero amor hacia Jesucristo.

De hecho, en julio de 1924, al final de los Ejercicios Espirituales celebrados en Villa Soranzo en Campocroce (Venecia), Don Orione con un memorable discurso, eligió el título con el que se honraría a la Virgen en la Congregación: Madre de Dios.

“Después de muchos años de orar por este fin, he llegado a la conclusión de venerar a Nuestra Señora en nuestros hogares bajo el título de MATER DEI... (…) Ésta es, pues, nuestra tarea: asociar a María a Jesucristo en cada acto religioso... El mundo pertenece a Jesucristo, que lo conquistó con su sangre: ¡A Jesús por María! Queremos confesar, también en el culto a María, la divinidad de Jesucristo. Debemos ser dogmáticos, papales, también en nuestra devoción a María"[3]

María es entonces “medio”, “camino”, “modelo”, “maestra”, “puente”, términos todos ellos para expresar ese “A Jesús por María” que, en Don Orione se convirtió, de principio teológico en regla dinámica de la vida cristiana.

 

Una experiencia pastoral.

Y hablando de dinámica de la vida cristiana, en este segundo punto es importante destacar el hecho de que Don Orione sintió y comprendió que para cada uno de nosotros María es, casi, la personalización de la misericordia de Dios. ¿Por qué? Porque el concepto de "misericordia" está vinculado sobre todo al concepto de "madre". Y María es "madre".

Nos dice Don Orione: “¿Qué es, entonces, lo que forma esta atracción secreta, este encuentro misterioso, que en todos los tiempos ha llevado a los pecadores arrepentidos a los pies de la Madre de Dios? Es la inmensa necesidad de pureza y de perdón que siente el hombre, y la necesidad de una Madre Celestial. Toda alma que se arrepiente de sus pecados siente irresistiblemente la necesidad de ser purificada y perdonada. Pero esta alma, que todavía tiene abiertas las cicatrices del pecado, no se atreve a levantar la mirada hacia el Dios que ha ofendido, si antes no la ha apoyado en algún objeto que despierte en ella la mayor confianza y, haciéndole olvidar la divina justicia, sólo le recuerda la bondad divina. Por eso, naturalmente, recurre a María.”[4]

El mismo Don Orione confió a sus sacerdotes que, cuando era joven, su fuerte era predicar acerca de la misericordia de Dios para con los pecadores, afirmando que siempre se puede llegar más a las personas enlazando el tema de la misericordia de Dios con la devoción a la Virgen. De hecho, todos los ejemplos dados por Don Orione para fomentar el culto a la Santísima Virgen: su devoción personal, las acciones llevadas a cabo para incrementar las devociones populares, las peregrinaciones, los santuarios, sus predicaciones y tantas otras actividades, las llevaba adelante porque estaba convencido que la devoción a la Virgen era, para muchas personas, como el último salvavidas, la última voz capaz de estremecer los corazones alejados de Dios.

“Nosotros, los sacerdotes, cuando estamos en el confesionario, cuando estamos al lado del lecho de un moribundo... en ciertos momentos vemos que todas las puertas están cerradas al arrepentimiento; los corazones están cerrados, hay oscuridad, hay oscuridad... Entonces sólo la luz que viene de María es la que logra romper esa oscuridad; nadie puede resistirse a la Virgen. No recuerdo haber invocado a la Virgen sin que ella hubiera superado la dureza, a veces grande, de sus corazones”.[5]

Para Don Orione restaurar un santuario abandonado, reabrir un templo en ruinas, llamar a poblaciones desalentadas a los pies de una imagen de María, equivalía a devolverles un nuevo vigor: "A menudo una peregrinación bien hecha vale más que un curso de ejercicios espirituales y marca puntos de inflexión decisivos en la vida espiritual y moral de quienes participan".[6]

Recordemos que Don Orione sintió con mucha fuerza el drama de la descristianización y el distanciamiento de las masas populares de la fe, de Cristo y de la Iglesia a finales del siglo XIX. Vio una Iglesia en crisis que estaba perdiendo rápidamente naciones y gente. ¿Cómo hacer? ¿Por dónde empezar? La respuesta de nuestro Padre es muy concreta identificando dos caminos pastorales: la caridad y la devoción a la Virgen. “Sean muy amantes de la Virgen y propaguen su culto, su amor, su más tierna y filial devoción... Debemos llenar de caridad los surcos que dividen a los hombres, llenos de odio y de egoísmo. Sólo con la caridad de Cristo el mundo será salvo. ¡Ave María y adelante!”.[7]

 

Una experiencia carismática.

La misión de “llevar a los pequeños y a los pobres a la Iglesia y al Papa”, fue sentida por Don Orione en todo su significado evangélico de hacerse pequeño con los pequeños, pobre con los pobres, hablando el lenguaje del pueblo.

Don Orione insistía mucho sobre la "papalinidad" y la "eclesialidad" de sus hijos, pero insistía más en su "popularidad". Es decir, quería que fueran "gente común", como la “gente pequeña", como la clase obrera y campesina que generalmente no es tenida en cuenta, rica sólo en una gran fe en la Divina Providencia. Dirá que es primordial “(…) encarnar en nosotros mismos la vida de los más pobres."[8] “Sería inútil una Congregación nueva si no trajera al mundo una fuerza y una energía espiritual más grande y más vasta; si no tuviera una nueva forma sobre todo de caridad para el pueblo, para los hijos de los trabajadores, porque somos para el pueblo y no para las otras clases. ¡Estamos para los humildes, para los huérfanos, para los ancianos abandonados, para el pueblo cristiano, en definitiva!».[9]

María también era una mujer de pueblo, una mujer campesina y pobre. Por eso, el sentido de "pobreza" que Don Orione transmitía y deseaba para sus seguidores estaba dado en confrontar nuestra vida con la vida de María, con la vida de los pobres: "El pueblo no hace esto... los hijos del pueblo no tienen esto..."[10]

Y hablando de su Familia Religiosa acentuaba: “La Congregación tiene una característica, de la que les he hablado otras veces: la de abajarse, de servir, de volverse al pueblo... Y esto, no sólo para realizar obras de caridad para consolar a los más miserables, no solamente para establecer Institutos o Casas, dar un pan o una cama a los abandonados, a los que no tienen a nadie; sino que también va al pueblo cuidando, fortaleciendo la piedad, la religión en los más simples, en el pueblo, en aquellos que no pueden entender otras formas de piedad, de los que apenas saben leer. Nosotros somos para el pueblo también para esto: para recoger en pueblos abandonados y en iglesias remotas, las formas de devoción que la gente sencilla ama y mantiene vivas allí incluso cuando no hay sacerdotes, allí donde hay alguna viejita, que enciende la vela, lleva flores con los nietos y los niños; como era aquí en Tortona en el viejo, antiguo Santuario de San Bernardino... Yo me apoyaba en aquellas ancianas para incrementar la devoción a María; y ellas pusieron a disposición sus zuecos para defenderme."[11]

El inmenso trabajo realizado por Don Orione para fomentar y potenciar la devoción popular a María iba desde grandes iniciativas de fiestas, peregrinaciones, santuarios, estampas, predicaciones, etc. a las pequeñas cosas cotidianas: la carta terminada con un pensamiento mariano, el Avemaría rezado como cierre de las acciones del día, la medalla o imagen entregada a quien más lo necesitaba, etc. Además, para recordar la cercanía de la Virgen al pueblo y del pueblo a la Virgen, Don Orione amaba incentivar la tradición mariana de las diversas ciudades, pueblos y naciones. La devoción mariana es popular y por tanto orionina.

María fue una mujer histórica, de pueblo, típicamente hebrea, campesina, de una voluntad tenaz, simpática y cariñosa, esposa de un pobre carpintero, sencilla madre de familia trabajadora, que conoció las dificultades de cada día, la oscuridad de la fe ante el misterio de Jesús, hijo suyo e Hijo de Dios.

Experimentó la soledad y la espada del dolor en la cruz, pero también la alegría de la Pascua y la consolación de Pentecostés. María es la “llena de Gracia”, está colmada de Dios porque ha sido bendecida y favorecida por Él y es el prototipo de la actitud de escucha obediente y de entrega sin reservas a Su voluntad.


María fue mujer y madre. La llamamos Madre de Dios porque ha sido la mamá concreta de un hombre encarnado en el centro de la historia de la humanidad, María es la mujer con que Dios nos bendice.

A nosotros, el encuentro con María, Madre de Dios y Madre del Pueblo, nos revitaliza y fortalece para ser iglesia en salida, caminando al lado de nuestros hermanos y hermanas, compartiendo sus alegrías y preocupaciones, y comprometiéndonos plenamente en la tarea de anunciar y edificar el Reino de Dios.

 



[1] Lettere II, p.473.

[2] Parola, 20/8/1928. Pablo VI, en Marialis cultus 32 afirma así: «Siendo connatural al culto genuino hacia la Santísima Virgen que, mientras se honra a la Madre (...), el Hijo es debidamente conocido, amado, glorificado, éste se convierte en camino que conduce a Cristo, fuente y centro de la comunión eclesial".

[3] Riunioni, pág. 61-8 pases. Ex proceso …, p.983.

[4] Boletín de la Madonna della Guardia, 27-5-1931.

[5] Parola, 31/05/1923.

[6] Don Orione nella luce di Maria, p. 827.

[7] Lettere I, p.282-83.

[8] Parola, 10-6-1939.

[9] Don Orione en el centenario de su nacimiento, p. 153.

[10] Parola, 6-10-1939.

[11] Parola, 17-4-1938.

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