En tu leño

Cuando menos lo esperaba, Jesús mío,
ocultaste a mi mirada tus divinos ojos
y ya no puedo contemplar aquella dulzura
que percibía en mi alma al mirarte.
Pero sé que igual me miras, por lo bajo,
ocultándote, jugando al distraído,
sé que tus ojos no apartas de los míos
porque también mi mirada te enamora.
Así es como vivo yo ahora:
deseando ver de nuevo tus dulcísimos ojos,
aunque sé que en medio de la noche
me sigues dispensando otras dulzuras.
Y es así como, a tientas,
beso tus manos y tus pies llagados,
la herida de amor de tu costado,
y a la espera de la nueva aurora
reposo, al final, sobre tu leño
con los pies juntos y los brazos extendidos.
Reposo contigo, Señor, en dulce sueño.
Te pido: ¡por favor! no me despiertes
si te gusta contemplarme así dormida,
¿qué más quiero, Jesús, que complacerte?
¡Te amo tanto! y Tú lo sabes,
sabes que por Tí yo doy mi vida
aunque, en realidad, eres Tú el que me la das
porque morir en Tí es vivir eternamente.

Comentarios

Entradas populares